Era 1993, en
Sudán, durante la gran hambruna que hubo en esos momentos. Kevin Carter,
fotógrafo sudafricano, tomó la que se
convertiría en famosa foto en la que una niña africana desnutrida y sin fuerzas estaba intentando levantarse
del suelo bajo la atenta mirada de un buitre,
que acechaba esperando a que el débil
cuerpo de la niña se desvaneciese.
Kevin Carter estuvo esperando más de 20
minutos para lograr una buena perspectiva y tomar la foto, la terminó, y dejo a la niña sola con el buitre sin hacer nada. Cuando la fotografía se
publicó en The New York Times se desató una oleada de críticas por haber
abandonado a la niña.
La interpretación que se le dio en su momento a la
imagen fue: la niña era el problema
del hambre y la pobreza, el buitre era el capitalismo y Carter era la
indiferencia del resto de la sociedad. Con ella, ganó un
Pulitzer en 1994 y, dos meses más tarde,
Carter acabaría suicidándose el 27 de julio de ese mismo año.
La tristemente famosa fotografía
Kevin Carter nació en Suráfrica en 1960, en su adolescencia
empezó a entender que ser blanco en Suráfrica significaba ser una de las
personas más privilegiadas de la Tierra y, al mismo tiempo, cómplice de una
atroz injusticia. Cumplidos los 24 años, Carter descubrió que el periodismo era
el terreno donde libraría su guerra particular contra el Apartheid.
Comenzó su carrera en 1984, cuando las grandes
ciudades de Sudáfrica se convirtieron en campos de batalla.
Carter se presentaba todos los días por las mañanas
a los campos de la muerte. Se le podía ver sudando, polvoriento, con el bolso
sobre el hombro y su cámara en mano en pleno tiroteo o minutos después de una
masacre. Hacía fotos espeluznantes y se exponía a
peligros
extraordinarios. Ahí se pasaba desde las cinco de la madrugada hasta el mediodía
haciendo fotos de gente matando y muriendo junto a sus tres amigos fotógrafos,
Ken Oosterbroek, Greg Marinovich y João Silva.
Carter y sus tres camaradas dormían poco, además,
consumían drogas de todo tipo. Pasaban sus días y sus noches en un estado de
anestesia emocional casi permanentes, sino, habrían sido incapaces de hacer su
trabajo.
En
marzo de 1993 se tomó unas vacaciones de Tokoza y Katlehong (barriadas de
Johannesburgo) y se fue a Sudán. Allí, apenas aterrizar, es donde vio a la niña
y el buitre. Respondió con el frío
profesionalismo de siempre ya que su único objetivo era hacer la mejor foto posible,
la que tuviera más impacto. Esto ampliaría la sensibilidad
de los seres humanos en lugares lejanos y tranquilos, despertando compasión en
ellos.
Por eso no hizo nada para ayudar a la niña. Porque
si la hubiera ayudado, no habría podido hacer la foto. Porque había llegado al
límite de sus posibilidades.
En abril de 1994 le llamaron desde Nueva York para decirle que había
ganado el Pulitzer. Seis días después, su mejor amigo, Ken Oosterbroek, murió
en un tiroteo en Tokoza (Johannesburgo). Toda la emoción reprimida a lo largo de cuatro años
salvajes explotó. Carter se quedó destruido. Lloró como nunca y lamentó
amargamente que la bala no hubiera sido para él.
Kevin fotografiado por su colega Ken
El
mes siguiente voló a Nueva York, recibió el premio, se emborrachó, incluso más
de lo habitual, y volvió a casa. La guerra se había terminado, Suráfrica tuvo su final feliz, pero
la vida de Carter dejó de tener mucho sentido, Quizá en parte porque el peligro
de la guerra había sido su droga más potente, la que le había creado mayor
adicción. La muerte de su amigo sumado a la escena con la niña sudanesa provocó
que se hundiera en una profunda depresión.
El 27 de julio de 1994, exactamente tres
meses después de las primeras elecciones democráticas de la historia de su
país, Carter se fue a la orilla de un río donde había jugado cuando era niño,
antes de que supiera lo que era el apartheid, el sufrimiento, la injusticia. Y ahí,
por fin, dentro de su camioneta, escuchando música mientras inhalaba monóxido
de carbono por un tubo de goma, logró la paz, la anestesia final de la
muerte.
Su nota suicida, de más de ocho páginas,
decía: “Estoy deprimido, sin teléfono, sin dinero... atrapado por imágenes
de asesinatos y cadáveres, furia y dolor, niños heridos o muriéndose de hambre,
hombres que aprietan el gatillo con alegría, policías y ejecutores... Voy a
reunirme con Ken, si tengo suerte”.
Tras ésta polémica, muchos llamaron a
The New York Times para saber lo que le había sucedido a la niña. El editor
respondió que la pequeña había logrado llegar a un Centro de Alimentación, pero
más allá de eso, no supo nada más.
Años después, el periódico El Mundo publicó el lunes 21 de febrero de 2011 un
testimonio que desmentía la teoría de
que Carter se quitó la vida por el remordimiento de no haber salvado a la indefensa
criatura del buitre.
La niña estaba muriendo como todos los
niños en condiciones de extrema pobreza en África están muriendo, pero no iba a
morir en los cinco minutos siguientes de tomar la foto. La niña se había
alejado del grupo familiar para ir a defecar. Así es, la niña en la foto está
cagando.
Dada su desnutrición, toma esa posición
media fetal para hacer el esfuerzo que requiere. Así lo dijeron Joao Silva y
Luis Davilla, quienes también se encontraban en el lugar.
Además, la niña no era niña, era un niño
que se llamaba Kong Nyong y murió en 2008 a causa de “fiebres”. Así lo confirmó
el diario El
Mundo, cuyos periodistas viajaron en busca
del joven encontrándose con su padre.
Lo cierto es que Carter sabía que el
niño había llegado a un Centro de Alimentación, porque él vivía en uno. De
hecho, Carter llega a Ayod con una misión de la ONU que iba a repartir comida.
Y si le ponemos atención a la foto, veremos una pulsera de plástico del centro
de alimentación de la ONU en la mano derecha del niño. En alta resolución se
lee “T3” en la pulsera. En el diario español Florence Mourin, coordinadora
de los trabajos en ese lugar señala que la T significaba malnutrición severa y
el 3 marcaba el orden de llegada al Centro.
Ese día, los padres se habían despreocupado de
los niños para ir buscar los alimentos y Carter y sus compañeros fotógrafos
se alejaron en busca de imágenes. Como
afirman otros fotógrafos que estuvieron en la zona y que realizaron fotos
similares, la zona tenía bastantes buitres debido a la presencia de un
estercolero en las proximidades, además los juegos de perspectiva y el uso del
zoom pueden dar una impresión mayor de cercanía entre los diferentes elementos
de la foto.
Katia Alvarado y Daniel Alonso
03/04/2014