jueves, 3 de abril de 2014

La fotografía de Kevin Carter

Era 1993, en Sudán, durante la gran hambruna que hubo en esos momentos. Kevin Carter, fotógrafo sudafricano,  tomó la que se convertiría en famosa foto en la que una niña africana desnutrida  y sin fuerzas estaba intentando levantarse del suelo  bajo la atenta mirada de un buitre, que  acechaba esperando a que el débil cuerpo de la niña se desvaneciese.

Kevin Carter estuvo esperando más de 20 minutos para lograr una buena perspectiva y tomar la foto, la terminó, y dejo a la niña sola con el buitre sin hacer nada. Cuando la fotografía se publicó en The New York Times se desató una oleada de críticas por haber abandonado a la niña.

La interpretación que se le dio en su momento a la imagen fue: la niña era el problema del hambre y la pobreza, el buitre era el capitalismo y Carter era la indiferencia del resto de la sociedad. Con ella, ganó un Pulitzer  en 1994 y, dos meses más tarde, Carter acabaría suicidándose el 27 de julio de ese mismo año.


La tristemente famosa fotografía

Kevin Carter nació en Suráfrica en 1960, en su adolescencia empezó a entender que ser blanco en Suráfrica significaba ser una de las personas más privilegiadas de la Tierra y, al mismo tiempo, cómplice de una atroz injusticia. Cumplidos los 24 años, Carter descubrió que el periodismo era el terreno donde libraría su guerra particular contra el Apartheid.

Comenzó su carrera en 1984, cuando las grandes ciudades de Sudáfrica se convirtieron en campos de batalla.

Carter se presentaba todos los días por las mañanas a los campos de la muerte. Se le podía ver sudando, polvoriento, con el bolso sobre el hombro y su cámara en mano en pleno tiroteo o minutos después de una masacre. Hacía fotos espeluznantes y se exponía a peligros
extraordinarios. Ahí se pasaba desde las cinco de la madrugada hasta el mediodía haciendo fotos de gente matando y muriendo junto a sus tres amigos fotógrafos, Ken Oosterbroek, Greg Marinovich y João Silva. 

Carter y sus tres camaradas dormían poco, además, consumían drogas de todo tipo. Pasaban sus días y sus noches en un estado de anestesia emocional casi permanentes, sino, habrían sido incapaces de hacer su trabajo.

En marzo de 1993 se tomó unas vacaciones de Tokoza y Katlehong (barriadas de Johannesburgo) y se fue a Sudán. Allí, apenas aterrizar, es donde vio a la niña y el buitre. Respondió con el frío profesionalismo de siempre ya que su único objetivo era hacer la mejor foto posible, la que tuviera más impacto. Esto ampliaría la sensibilidad de los seres humanos en lugares lejanos y tranquilos, despertando compasión en ellos.

Por eso no hizo nada para ayudar a la niña. Porque si la hubiera ayudado, no habría podido hacer la foto. Porque había llegado al límite de sus posibilidades. 

En abril de 1994 le llamaron desde Nueva York para decirle que había ganado el Pulitzer. Seis días después, su mejor amigo, Ken Oosterbroek, murió en un tiroteo en Tokoza (Johannesburgo). Toda la emoción reprimida a lo largo de cuatro años salvajes explotó. Carter se quedó destruido. Lloró como nunca y lamentó amargamente que la bala no hubiera sido para él. 

Kevin fotografiado por su colega Ken

El mes siguiente voló a Nueva York, recibió el premio, se emborrachó, incluso más de lo habitual, y volvió a casa. La guerra se había terminado, Suráfrica tuvo su final feliz, pero la vida de Carter dejó de tener mucho sentido, Quizá en parte porque el peligro de la guerra había sido su droga más potente, la que le había creado mayor adicción. La muerte de su amigo sumado a la escena con la niña sudanesa provocó que se hundiera en una profunda depresión.

El 27 de julio de 1994, exactamente tres meses después de las primeras elecciones democráticas de la historia de su país, Carter se fue a la orilla de un río donde había jugado cuando era niño, antes de que supiera lo que era el apartheid, el sufrimiento, la injusticia. Y ahí, por fin, dentro de su camioneta, escuchando música mientras inhalaba monóxido de carbono por un tubo de goma, logró la paz, la anestesia final de la muerte. 

Su nota suicida, de más de ocho páginas, decía: “Estoy deprimido, sin teléfono, sin dinero... atrapado por imágenes de asesinatos y cadáveres, furia y dolor, niños heridos o muriéndose de hambre, hombres que aprietan el gatillo con alegría, policías y ejecutores... Voy a reunirme con Ken, si tengo suerte”. 

Tras ésta polémica, muchos llamaron a The New York Times para saber lo que le había sucedido a la niña. El editor respondió que la pequeña había logrado llegar a un Centro de Alimentación, pero  más allá de eso, no supo nada más.

Años después, el periódico El Mundo publicó el lunes 21 de febrero de 2011 un testimonio  que desmentía la teoría de que Carter se quitó la vida por el remordimiento de no haber salvado a la indefensa criatura del buitre.

La niña estaba muriendo como todos los niños en condiciones de extrema pobreza en África están muriendo, pero no iba a morir en los cinco minutos siguientes de tomar la foto. La niña se había alejado del grupo familiar para ir a defecar. Así es, la niña en la foto está cagando.
Dada su desnutrición, toma esa posición media fetal para hacer el esfuerzo que requiere. Así lo dijeron Joao Silva y Luis Davilla, quienes también se encontraban en el lugar.

Además, la niña no era niña, era un niño que se llamaba Kong Nyong y murió en 2008 a causa de “fiebres”. Así lo confirmó el diario El Mundo, cuyos periodistas viajaron en busca del joven encontrándose con su padre.

Lo cierto es que Carter sabía que el niño había llegado a un Centro de Alimentación, porque él vivía en uno. De hecho, Carter llega a Ayod con una misión de la ONU que iba a repartir comida. Y si le ponemos atención a la foto, veremos una pulsera de plástico del centro de alimentación de la ONU en la mano derecha del niño. En alta resolución se lee “T3” en la pulsera. En el diario español Florence Mourin, coordinadora de los trabajos en ese lugar señala que la T significaba malnutrición severa y el 3 marcaba el orden de llegada al Centro.

 Ese día, los padres se habían despreocupado de los niños para ir buscar los alimentos y Carter y sus compañeros fotógrafos se  alejaron en busca de imágenes. Como afirman otros fotógrafos que estuvieron en la zona y que realizaron fotos similares, la zona tenía bastantes buitres debido a la presencia de un estercolero en las proximidades, además los juegos de perspectiva y el uso del zoom pueden dar una impresión mayor de cercanía entre los diferentes elementos de la foto.



Katia Alvarado y Daniel Alonso
03/04/2014

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